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Karl Polanyi (1886 – 1964)

Noviembre 2 2021

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El pensamiento económico y político de K. Polanyi, una propuesta coherente y original de socialismo democrático que quedó injustamente relegada en el combate entre liberalismo y marxismo, ha vuelto al primer plano a raíz de la gran crisis de 2008.

Como para cientos de miles de otros centroeuropeos de la primera mitad del siglo XX, la vida del gran pensador socialista Karl Polanyi está marcada por las migraciones. Hasta tres en su caso.

Nacido en 1886 en Viena en el seno de una familia de origen judío acomodada y culta que pronto se traslada a Budapest, la primera tierra de Polanyi es Hungría de los últimos años del Imperio Austro-Hungarés. Allí recibe una esmerada educación en casa (que incluye lenguas clásicas y hasta tres lenguas modernas además de su lengua materna) y posteriormente se gradúa en Derecho y obtiene el doctorado. Ésta será su única formación académica: el resto de sus vastísimos conocimientos, especialmente los que hacen referencia a la economía, los adquirirá por su cuenta. De los años en Budapest destacan su intenso activismo estudiantil que le lleva, entre otros, a fundar en 1913 el Círculo Estudiantil Galileo para difundir propuestas de reforma política radical y democrática (llegando a organizar más de 2000 actividades por año) y su implicación, después de servir cuatro años en la caballería del ejército durante la 1a Guerra Mundial, en la fracasada revolución húngara de 1918-19 donde entra plenamente en contacto con las ideas socialistas y con las políticas comunistas de raíz soviética.

En junio de 1919 se ve por tanto forzado a emigrar por primera vez y se reencuentra como exiliado en Viena, su segunda tierra, ahora otro país separado de Hungría, donde a los pocos meses conocerá a su futura esposa y compañera de toda la vida, Ilona Duczynska, militante comunista polaca refugiada del terror blanco (extendido durante la guerra civil rusa de 1917-21 que sigue a la revolución). Rápidamente se vincula a la socialdemocracia austríaca y se imbuye de las tesis austromarxistas de Adler y Bauer que postulan una tercera vía entre las dos internacionales (entre el posibilismo de la socialista segunda Internacional y la revolución centralizada de la comunista tercera Internacional) a la vez que se confrontan con la escuela liberal austríaca de Von Misses y Hayek. Desde 1924 y hasta 1933 trabaja en la redacción del semanario de política y economía "El economista austríaco" donde escribe más de 250 artículos y reflexiona sobre la economía socialista democrática.

La evolución despótica del gobierno del canciller Dollfuss y la alargada sombra del nazismo que no tardaría en llegar a Austria, le obliga en 1933 a emigrar de nuevo, esta vez a Inglaterra. En su tercera tierra se dedicará sobre todo a la educación de adultos, concretamente dando clases de relaciones internacionales y de historia económica por todo el país para la Asociación de Educación de los Trabajadores, y de la mano de Tawney y Cole participará en los círculos fabianos y del socialismo cristiano de la izquierda británica. Al mismo tiempo empezará a realizar estancias en EEUU para estudiar y escribir. Finalmente, en 1947, una vez terminada la 2ª Guerra Mundial, le ofrecen en permanencia un curso de historia económica general en la Universidad de Columbia de Nueva York y en 1950 se instala de forma ya definitiva en Canadá, desde donde se desplaza a Manhattan periódicamente, porque el gobierno americano de la incipiente guerra fría le niega de por vida el visado a su mujer a causa de su compromiso comunista.

A 61 años pues, en su cuarta tierra y con un bagaje vital extraordinario, Karl Polanyi comienza una intensa carrera académica (se jubila en 1953, pero sigue trabajando hasta su muerte en 1964 gracias a una beca de la Fundación Ford) que dará lugar a una de las obras más originales del pensamiento económico y político socialista.

El pensamiento económico polaco parte, a diferencia del criterio dominante en su época, no de modelos matemáticos sino del estudio de la historia de las instituciones económicas y de la antropología económica comparada. Para Polanyi, este estudio demuestra que la economía, entendida como la forma de conseguir la subsistencia humana en tanto que subsistema social que genera y otorga los bienes, ocupa lugares y tiene formas diferentes en cada sociedad dependiendo del sistema cultural que rige en ellas (tal y como lo reflejan sus diferentes instituciones económicas). Las tres formas económicas básicas (la reciprocidad o simetría del dar, recibir y devolver bilateralmente; la redistribución a partir de un centro que primero aglutina lo que después reparte; el intercambio que articulan los mercados) se integran entre sí y con la resto de ámbitos sociales, siguiendo patrones de institucionalización distintos en cada sociedad y su desarrollo responde a la interacción consciente y responsable de los individuos que conforman esta sociedad. Polanyi lo formula diciendo que la economía está siempre socialmente organizada o que la economía está incrustada (usando el término inglés “embeddedness”) en la sociedad, es decir que no es autónoma sino que está subordinada al sistema de relaciones sociales ya instituciones no económicas en tanto que teoría y en tanto que práctica. Esta situación de la economía en la sociedad es la que Polanyi considera "natural" porque es la que encuentra en todas las sociedades que estudia, incluyendo las muchas que a lo largo de la historia han institucionalizado mercados sectoriales o temporales.

Sin embargo, en el análisis de la economía actual que nos ha traído la modernidad, esto es el tiempo de las sociedades industrializadas postcomunitarias en el que vivimos desde la Revolución Francesa, Polanyi ve la anomalía creciente de lo que llama la sociedad de mercado. Es decir, una sociedad en la que una conceptualización teórica autónoma de la economía ha creado una vida económica separada, dominante y referente en relación con el resto de ámbitos sociales, a partir del funcionamiento omnipresente de un mercado que se quiere general y autorregulado . Una sociedad de mercado que Polanyi considera una novedad absoluta en la historia económica porque representa un caso único de desincrustación de la economía de la sociedad. Y precisamente por este motivo, la sociedad de mercado que quiere abrirse camino en la modernidad bajo el impulso del capitalismo, a la vez que es un movimiento poderoso de configuración de un nuevo modelo social, genera también un contramovimiento de rechazo igualmente poderoso por parte de muchos ámbitos y sectores que se oponen a esa desincrustación. Varios ejemplos de signo muy distinto pueden ilustrar este contramovimiento: la lucha y los logros del movimiento obrero que nace y crece paralelamente a la progresiva intención de implantación de la sociedad de mercado desde el siglo XIX; la creación de los bancos centrales para contrarrestar algunos de los efectos más nocivos de la desregulación monetaria; o la aparición del fascismo como respuesta reaccionaria.

Para Polanyi, la sociedad de mercado, la sociedad hipermercantilizada del mercado autorregulado (en teoría equilibrándose constantemente a partir del juego entre oferta y demanda) que conlleva la centralidad absoluta del dinero y la minimización de las otras formas de la economía ( la reciprocidad y la redistribución), la sociedad de la economía desincrustada, es una sociedad condenada al fracaso, no sólo porque es una excepción incongruente con lo ocurrido en todas las sociedades humanas, sino porque lleva la inviabilidad en sus propios postulados : por un lado, el mercado autorregulado no es ni estable ni predecible (lo que representa un inconveniente mayúsculo para el funcionamiento de la economía), y encima arrastra la contradicción de que en último término la autorregulación debe estar garantizada por 'Estado, y por otro pretende mercantilizar lo que no puede llegar a ser nunca una mercancía como la tierra, el trabajo y el dinero (Polanyi explica en detalle el porqué y las llama “mercancías ficticias ”). Además, la historia reciente ya ha demostrado este fracaso: la instauración del patrón oro en 1870 para organizar los flujos comerciales internacionales en base a un mercado global autorregulado provocó el imperialismo colonial de los estados buscando abastecerse sólo en su mercado interior y por tanto desencadenando la espantosa secuencia 1a Guerra Mundial/Fascismo/2a Guerra Mundial (y que acabó llevando, al contrario de lo que se pretendía 80 años antes, la nacionalización de muchas industrias, la regulación de los mercados y el Estado del bienestar y la desaparición definitiva del patrón oro en el tratado de Bretton Woods).

La sociedad de mercado que defiende el liberalismo capitalista no es pues para Polanyi más que una utopía y una utopía peligrosa porque lejos de representar el orden “natural” económico es todo lo contrario y por tanto pide toda la fuerza posible del poder para conseguir implantarse. Lo mismo, de hecho, que el sistema comunista de planificación centralizada, que también necesita toda la fuerza posible del poder para imponer una economía de sólo redistribución que anula las demás formas y de esta forma se vuelve también inviable.

Es en este contexto teórico que deben entenderse las tesis políticas de Polanyi porque su propuesta política es precisamente conjurar estos peligros volviendo a “incrustar” la economía en la sociedad y hacerlo de acuerdo con los parámetros de la nuestra sociedad moderna, de la sociedad industrializada actual (Polanyi cree en el cambio cultural, que genera unos parámetros sociales únicos en cada sociedad, y no en una naturaleza humana eterna, como el hombre bueno o el homo economicus por ejemplo, y menos aunque se piensa como un despliegue determinado históricamente). Estos parámetros son básicamente dos, la complejidad (nuestra sociedad es muy densa y rica en número y tipologías de relaciones sociales e interacciones humanas) y la libertad (una libertad moderna que es esencialmente positiva, es decir activa, participativa, interactiva) y el camino coherente para conseguirlo es un socialismo democrático garante de la igualdad y la pluralidad tanto a nivel económico como político.

Por eso, por Polanyi socialismo democrático significa:

  • Subordinar el mercado a la democracia, redimensionándolo y regulándolo y reintroduciendo la reciprocidad y la redistribución en la economía porque mercado y democracia no son dos caras de la misma moneda y por tanto para luchar contra el mercado no es necesario suprimir la democracia cómo hacen el fascismo o el comunismo soviético.
  • Apostar por que la justicia y el derecho, la igualdad económica y social y los derechos civiles, que son lo que hace posible la libertad, rijan la sociedad y por tanto la economía.
  • Llevar a las masas a la participación ya la deliberación política mediante la educación y en particular la formación política y económica universales ya lo largo de toda la vida, lejos de cualquier tentación elitista, tecnocrática o burocrática.
  • La organización social “funcional” (un concepto tomado de Ottto Bauer) que sustenta las relaciones sociales y por tanto también la economía en la descentralización y la autogestión dando el protagonismo al tejido civil y el asociacionismo de base (muy a cerca del guild socialism) más que a un estado sólo necesario para la redistribución y la garantía última.
  • Oponerse al colonialismo, a la imposición imperialista de modelos económicos que no responden a la naturaleza de otras sociedades. 
  • La construcción progresiva de instituciones y políticas públicas nuevas que sustituyen a las viejas a partir de prácticas sociales y no choques revolucionarios de todo o nada, de antes y ahora.

Como puede deducirse rápidamente, Polanyi se sitúa en unas tesis muy alejadas del pensamiento economicista (liberal o marxista) que considera que la economía está en el centro de todas las sociedades y que además progresa perfeccionándose (ya sea mediante la ampliación de los mercados y el desarrollo tecnológico o mediante las revoluciones que provocan las contradicciones sucesivas entre las fuerzas de producción y las relaciones de producción), lo que significa que la economía del presente es la mejor que podemos tener.

En una época, la de 1920-1950, atenazada por un lado por el liberalismo capitalista y por otro por sus reacciones fascista y comunista, Polanyi construye un pensamiento que escapa de todos estos bandos y propone una alternativa diferente que renueva el socialismo democrático y da consistencia teórica a incipientes prácticas políticas y económicas, tanto de la recién llegada socialdemocracia a algunos gobiernos europeos como del new deal americano, de entre guerras (como desde otra perspectiva también hace Keynes).

Sin embargo, a pesar del amplísimo desarrollo en occidente de estas nuevas políticas una vez terminado el segundo conflicto bélico mundial, la guerra fría se impondrá en el debate ideológico (liberalismo o comunismo, uno u otro bando) y el obra política de Polanyi quedará muy relegada hasta muchos años después de su muerte. Y después de la guerra fría, la victoria abrumadora del relato neoliberal la alejó aún más del primer plano hasta que las reflexiones en torno a la crisis de 2008 volvieron a darle parte del protagonismo que sin duda se merece.

 

Recomiendo la lectura directa de su gran libro, compendio de todo su pensamiento, La Gran Transformación – Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo (FCE 2017), publicado en 1944 porque es perfectamente accesible en longitud y contenido y abre la puerta de toda su obra, detallada en otros muchos libros y sobre todo artículos específicos. Un libro que, como ejemplo de lo que me refería más arriba, no tuvo mucho eco hasta que los círculos académicos anglosajones no se interesaron por escritos anteriores al libro científico que sí le dio éxito y prestigio, Trade and Markets in the early empires en 1957, y que no fue traducido al francés hasta 1983 y al castellano hasta 1992.  

 

C.M.J.